Nuestros peces, también desarrollan tumoraciones que comprometen su calidad de vida y que, desafortunadamente, poco podremos hacer en cualquiera de los casos; es por eso, que no tiene mucha importancia establecer el grado de malignidad de estos tumores.
Las tumoraciones que se desarrollan en los peces, la mayoría de ellas, no tienen cura, ni tratamientos posibles.
Diversas son las causas que originan esta enfermedad y su etiología en los peces resulta compleja. Estos, en un elevado por ciento de los casos, desarrollan tumores o cánceres, como también acostumbramos a llamarles, a partir de una predisposición genética.
Otras causas identificadas, por los expertos en el tema, son las toxinas químicas y biológicas, las infecciones virales o el estado inmunológico.
No todos los tumores son cancerosos, pero, también los benignos, pueden crecer al punto de comprimir otros tejidos e, incluso, en su progresión, derivar en tumoraciones malignas.
El crecimiento de un tumor, va a depender esencialmente de dos factores: el tipo de célula y su acceso a los nutrientes que le sustentan. Se originan, a partir de un fallo en la división celular; un crecimiento irregular de células consentido por un error en el mecanismo de defensa natural de estas, cuando, no se activa para destruir la célula defectuosa y esta consigue replicarse, una y otra vez, hasta formar el tumor.
Estos tumores pueden aparecer en cualquier tipo de tejido, pero, en los peces, son mucho más frecuentes en la piel y los órganos reproductores; los que se establecen en órganos internos, no pueden ser detectados hasta etapas muy avanzadas.
El desdichado protagonista que nos ha permitido ilustrar la temática, es un “Tetra”, de la especie Gymnocorymbus ternetzi, “Monjita”, de la variedad “Transgénica Verde” en su modalidad velífera; desde edades tempranas brindó indicios de su incierto destino, al aparecer una pequeña mancha en los tejidos internos de su parte dorsal.
Un desperfecto en un dispositivo de almacenamiento nos hizo perder las fotografías que conservábamos de esos primeros momentos, pero, hemos podido capturar la siguiente imagen de un video de nuestro acuario para ilustrarles lo dicho.
Si este ejemplar de Gymnocorymbus ternetzi, hubiese sido un pez de la variedad originaria y no una manipulación genética, este proceso hubiese sido imperceptible, no nos hubiéramos percatado de su dolencia hasta pasados varios meses, cuando el crecimiento de su lesión comenzó a proyectarse hacia afuera generando este glóbulo que muestran las imágenes.
Se ha hecho adulto de manera ordinaria, ajeno a su dolencia mortal, eso nos ha permitido cuidar de él hasta poder ofrecerles estas instantáneas que, con toda sinceridad, habríamos preferido no tomarlas ni escribir al respecto.
Estos meses no han constituido un peligro para el resto de los inquilinos del acuario; este tipo de anomalía no es contagiosa, salvo la posibilidad, no comprobada, de que en fase terminal pudiera reventar y liberar secreciones que, quizás deriven en consecuencias para otros peces, pero, eso es solo una posibilidad evitable si retiramos al enfermo antes de que ocurra: ante la duda, el mejor antídoto es la precaución.
Transcurrida una semana después de tomar estas imágenes, la tumoración ha crecido de prisa y decidimos tomar otras instantáneas.
Es conocido que, en el mundo, se realizan tratamientos quirúrgicos a los peces afectados con determinados tipos de tumoraciones, siempre que el caso lo permita. Tampoco es secreto la existencia de consultas veterinarias especializadas en peces, pero, en Cuba, hasta el momento, a pesar de que se dan pasos gubernamentales en función del bienestar y tratamientos de los animales, no tenemos esas opciones a nuestra disposición. Por tanto, solo nos resta asumir que lo único que podemos hacer es ofrecer a estos peces una estadía entre nosotros lo más placentera posible y un final lo menos traumático para nuestras mascotas.
Principales fuentes consultadas
https://www.eltiempo.com
https://es.point.pet/tumores-en-peces-mascota/
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